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viernes, 20 de agosto de 2010

SINDROME DE LA ABUELA ESCLAVA-SALUD-VIDA Y BELLEZA

SALUD-VIDA Y BELLEZA

SINDROME DE LA ABUELA ESCLAVA

El Síndrome de la Abuela Esclava es un problema sanitario y social muy frecuente y grave en mujeres adultas, potencialmente mortal, a veces por suicidio. En los siguientes párrafos se resumen el perfil y proceso de génesis de una "abuela esclava", así como el papel que todos los ciudadanos podemos desempeñar para su erradicación.

El Origen

En origen una "abuela esclava" es una mujer adulta con responsabilidades directas de ama de casa, voluntariamente asumidas con agrado, que, por razones educacionales y psicológicas, tiene un extraordinario sentido del orden, la responsabilidad, la dignidad y el pudor.

Con tan magníficas virtudes es natural que, durante muchos años, estas mujeres han sido extraordinarias hijas, amas de casa, madres y esposas.

Se hicieron abuelas sin darse cuenta, estando en la flor de la vida, fuertes, sanas, incluso bellas. Con agrado asumen la crianza y cuidado de los nietos, como si volvieran a ser madres por segunda vez, pero con un carácter aún más placentero, gratificante y cariñoso.

El Tiempo

Pasan los años sin darse nadie cuenta. Las cargas y el estrés familiares se multiplican:

* Más yernos y nueras, a veces dupli o triplicados por divorcios, separaciones y todo tipo de emparejamientos.
* Los nietos crecen, así como sus necesidades y las responsabilidades de quien los tutela en la práctica diaria.
* Los nietos y sus padres con frecuencia traen a familiares y amigos para que gocen de la hospitalidad de la envidiable abuela.
* Para colmo un hermano que enferma o se separa y hay que echarle una mano, y a veces unos padres o tíos queridos que aún viven, y que, aunque los nietos ya se encargaron de ingresarlos en una residencia, la hija o sobrina (la abuela esclava) todavía debe de visitarlos al menos de vez en cuando.
* La capacidad física y emocional de la abuela también se resiente al paso de las hojas del almanaque. A veces una enfermedad asociada merma aún más sus fuerzas.

El Desequilibrio

Llega un momento en que las capacidades y la voluntad de la abuela no son suficientes para cumplir con las tareas que desde hace años está desempeñando. Pero no renuncia a ellas. Se produce un desequilibrio.

Si no se pone oportuno remedio se genera una nueva abuela esclava. Una más, entre millares.

Inexpresividad y Ceguera

Ni la abuela ni sus hijos se dan cuenta, con suficiente clarividencia, de lo que está ocurriendo.

Solo creen, o quieren creer, que la ligera hipertensión o la trivial diabetes o la ansiedad que se le ha metido a la abuela son la causa de que ésta, en los últimos meses, haya perdido la alegría de vivir, se sienta mal y empiece con achaques: pinchazos por el pecho, malestar indefinido, dolores, flojeras, mareos, etc.

La abuela acude reiteradamente a médicos y servicios de urgencia, contando sus achaques, pero sin desvelar claramente el tipo de estrés a que está sometida.

Los ingresos de varios días en el Hospital, las estancias en hoteles con grupos de jubilados afines, o la permanencia como huésped (de descanso) en casas de familiares le mejoran extraordinariamente.

Los síntomas reaparecen al reasumir las tareas habituales. Razones educacionales y psicológicas le impiden pedir auxilio con suficiente expresividad. Está frustrada porque sus hijos están ciegos ante la situación, y no la entienden ni siquiera cuando ella, tímidamente, intenta expresarse.

Teme especialmente a la Ley del Todo a la Nada. Sus hijos pueden reaccionar exageradamente diciéndole: "No te preocupes, si estás malita no te traeremos a los nietos, para que no te molesten". La interrupción drástica, brutal, del contacto gratificante con los nietos, para este tipo de abuela, es peor que morir.

La Sinrazón

Se auto inculpa: Ya no sirve para nada, y cada día será peor. Tras la incomprensión de sus seres más queridos, a los que ama en forma indescriptible, empieza a vislumbrar recelos, reproches, a veces sorna y desamor. ¿Quizás mañana el desprecio? En ese punto le asalta un pensamiento fijo autodestructivo.

La pobre loca de amor familiar llega a creer que la única manera de descansar definitivamente será dejando este ingrato mundo. En su desvarío está segura de que la familia será más feliz si se libera de esa carga inútil en que ella cree haberse convertido.

¡Una Luz, Dios, Una Luz!

Ojalá alguno de los miembros de la unidad familiar se dé cuenta a tiempo de la naturaleza del proceso y acierte a convencer a los demás parientes para redistribuirse equitativamente las cargas excesivas de la abuela.

Entre todos es fácil liberar a la abuela de las tareas que más le estresan: todas aquellas que precisan cumplimiento en un tiempo fijo o que comportan responsabilidades directas.

La abuela debe seguir en el centro de la unidad familiar, con el máximo contacto con los elementos más jóvenes. Ella será quizás la principal fuente de amor para los nietos, que les permitirá crecer emocionalmente saludables.

Pero la abuela jamás debe sentirse responsable de la seguridad de sus nietos. Prevenir e impedir los accidentes domésticos debe ser tarea asignada y asumida por otras personas más jóvenes.

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